Por muchos años, me ha parecido interesante cómo se realizan conversaciones privadas sobre alguna persona en particular, en las cuales esta no está presente. Suelen ser conversaciones «secretas» porque tocan temas sensibles o que podrían no gustarle a la persona de la que se habla.
Con el tiempo, he aprendido de mentores y de la vida la importancia de no hablar mal de alguien o decir algo negativo si esa persona no está presente. Si no está en la habitación, deberíamos limitarnos a hablar de sus virtudes. Esto se debe a que, cuando vemos algo negativo en alguien, deberíamos preguntarnos: ¿realmente es algo negativo? ¿Es algo que, si esa persona cambiase, mejoraría su vida? Si la respuesta es sí, nuestra obligación sería decírselo directamente. Esto podría llevar a una conversación incómoda, pero fomentaría una transparencia total en ese sentimiento.
Si no tenemos el valor o las palabras adecuadas para expresar algo negativo de manera directa, es mejor callar y evitar comentarlo en privado. Hablarlo en privado solo provoca que otros se sumen a la crítica y se tomen decisiones sin conocer la perspectiva de la persona implicada, lo cual podría distorsionar la realidad.
Además, si analizamos lo que nos disgusta y notamos que no hay un fundamento sólido, sino una mera sensación, intuición o algo indefinible, quizás estamos juzgando con base en preconcepciones propias. Incluso, puede que veamos en esa persona algo que no nos gusta de nosotros mismos, lo cual genera rechazo o desconexión. Este rechazo podría interpretarse como que «nos cae mal» o simplemente que «no conectamos» con ella.
Es importante reconocer el impacto de las conversaciones en secreto, pues muchas veces indican que evitamos tener conversaciones auténticas y constructivas directamente con esa persona. Esto nos impide contribuir a su desarrollo y limita nuestro propio crecimiento. Muchas personas temen hablar de manera directa porque no saben encontrar las palabras correctas y temen que la conversación termine en conflicto. Sin embargo, ese es el precio de la transparencia.
Si aprendemos a ser empáticos y a hablar desde el corazón, con un tono sincero y una intención de ayuda, la otra persona, aunque tal vez no lo aprecie de inmediato, eventualmente se sentirá agradecida. He experimentado esto muchas veces en mi vida, y gracias a este enfoque he podido construir buenas relaciones con personas que otros quizá solo criticaron en privado sin brindarles una oportunidad de mejorar.
Muchos tienen actitudes que pueden disgustar a otros sin saberlo, simplemente porque su nivel de empatía en ese momento no les permite percibir cómo afectan a los demás. No debemos asumir que actúan intencionalmente para incomodarnos; la realidad es que suelen ser involuntarias. En ocasiones, ellos también pueden tener percepciones incorrectas sobre nosotros debido a malentendidos, los cuales se resolverían si aprendiéramos a hablar con transparencia y evitáramos las conversaciones secretas en los pasillos, tan comunes en las empresas.