Nosotros somos los inadecuados. Somos esas personas que en el ocio buscamos aprender, que buscamos lecciones en las experiencias de otras personas, en libros, en cursos, en videos, e incluso en comunidades online; mientras otros utilizan el ocio solo como un medio para desconectarse del mundo.
Somos quienes, entre más conocimiento adquirimos, menos inteligentes nos sentimos, porque reconocemos la enorme montaña de información que aún queda por aprender. A veces, esto nos empodera, pero también nos abruma.
Debido a estos conocimientos y a compararnos con nuestros mentores, sentimos que aún no estamos listos para ir tras nuestros sueños, sentimos que nos falta mucho para alcanzar nuestras metas, superar retos y sobre todo: sentimos que no estamos listos para enseñar a otros nuestros conocimientos.
Sin embargo, la realidad es que allá afuera, hay personas que quizás no tienen la disciplina de aprender constantemente, y necesitan solo una pizca del conocimiento que ya has acumulado. Debemos ser conscientes de que esos aprendizajes que te han servido para superar obstáculos en tu vida son extremadamente valiosos, pero solo cobran sentido si los compartes.
Comparte lo que sabes. Comparte todo. Recuerda que tú eres la excepción, no eres la norma y el conocimiento que tienes, aunque para ti pueda ser poco, en realidad es un mar de información que otros pueden aprovechar a su favor.
Dale al mundo ese conocimiento, esas experiencias a nivel personal o empresarial que te han marcado, porque en algún rincón del mundo, en algún momento de la historia —durante tu vida o después de ella— alguien tomará ese consejo, ese aprendizaje que obtuviste y que generosamente decidiste compartir. Y gracias a ese consejo, esa persona vencerá un pequeño o gran obstáculo de su vida.
Y es probable que, aun estando en vida, no llegues a entender el impacto que generaste. Pero puedes estar seguro de que, de la misma manera en que tú venciste miedos y barreras gracias a que alguien te transmitió un conocimiento, otra persona lo hará gracias a ti.
Sé solidario. Comparte tu sabiduría. Porque en esos pequeños detalles que consideras insignificantes de tu conocimiento hay suficiente valor para ayudar a alguien a ser, al menos, un 1% mejor en su vida. Quizás ese alguien sea un desconocido o, tal vez, es la persona que está a tu lado.