No hay mayor alegría que experimentar una paz profunda al saber que no existe una sola persona en el mundo que despierte en ti rencor, enojo, rabia, disgusto o desprecio. Liberarse de esas emociones no es fácil, especialmente cuando se trata de alguien cercano: un amigo, una pareja, un esposo, una esposa, un hijo, una hija, un tío, una tía, un maestro, una profesora, un socio, en fin… lo entiendo, es un proceso complejo. Pero cuanto más lo trabajes, más rápido alcanzarás ese estado clave que todos deberíamos experimentar: una paz inmutable.
Y sé que, en muchos casos, cuando sientes rencor o cualquier emoción negativa hacia alguien, compartirlo con un tercero puede darte una sensación momentánea de alivio. Hablar con enojo, rabia o frustración parece liberar una parte de la carga emocional, pero esa sensación es pasajera. En realidad, expresar el problema a otros no resuelve la raíz del conflicto; solo te sitúa en una posición de víctima, esperando que, con el tiempo, la situación se arregle por sí sola o que sea la otra persona quien haga algo para reparar el daño.
Pero aquí está la verdad difícil de aceptar: la única persona verdaderamente afectada en este proceso eres tú mismo. Y la única persona que tiene el poder de resolverlo también eres tú. Porque esos sentimientos que arrastras no vienen del presente, sino del pasado. Son el eco de experiencias que ya no forman parte de tu realidad actual, pero que sigues permitiendo que definan tu presente. No porque sean inquebrantables, sino porque has elegido aferrarte a ellas en lugar de enfrentarlas.
Aceptar que las personas cambian es liberador. Y lo más importante: reconocer que tú también puedes cambiar la forma en que vives y te comunicas con esa persona que, en su momento, te hirió. Tal vez aún sea parte de tu vida y, si decides mirarla con nuevos ojos, podrías descubrir que hoy en día también es fuente de cosas positivas. O quizás, después de evaluar con honestidad la relación, llegues a la conclusión de que lo mejor es mantener distancia. Y eso también está bien. Lo que importa es que sea una elección consciente, no un impulso reactivo.
Lo que no puedes permitirte es seguir alimentando una relación negativa, provocando que cada interacción se convierta en un intercambio de comentarios hirientes, de ira, de desprecio. No te conviertas en la chispa que enciende un fuego innecesario. Porque al final, no solo te afecta a ti, sino también a quienes te rodean, e incluso a la persona con la que tienes el conflicto. No importa quién sea, sigue siendo un ser humano con emociones, con un corazón que también siente, que también sufre.
Tener paz no significa ignorar lo que pasó. Significa elegir conscientemente, no seguir cargando con ello. Significa liberarte del peso del pasado para vivir con ligereza en el presente. Y ese es un regalo que solo tú puedes darte.