Es 14 de febrero y espero que pases un muy feliz Día del Amor y la Amistad. Ya sea que lo celebres con alguien especial, con tu pareja o solo, deseo que este día sea un momento especial para recordar y celebrar el amor más importante: el amor propio, ese que te acompaña siempre.
Actualmente, tengo la fortuna de viajar por el mundo y nunca sentirme solo, porque he aprendido a amarme a mí mismo, con mis defectos, virtudes y los obstáculos que enfrento en la vida. Gracias a eso, ya no me siento solo; me siento siempre acompañado, sin importar a dónde vaya.
Y ese es mi deseo para ti: que nunca dependas de un amor externo para experimentar lo maravilloso que es sentirte amado. Cuando el amor correcto llegue a tu vida, que no sea para llenar un vacío, sino para ser un complemento con el que puedas compartir una vida de amor genuino y puro, sumando a la felicidad que ya has construido para ti mismo.
En mi caso, una vez que entendí la importancia de empezar a tratarme como la persona más valiosa de mi vida, descubrí que también fue mucho más fácil sentirme conectado con el amor de Dios. Cuando te reconoces como alguien digno de cuidado y amor, también te abres a la posibilidad de creer que hay algo mayor que te protege y quiere lo mejor para ti. Ya seas creyente o no, esa idea puede ser algo poderoso, pero todo empieza por decidir querer lo mejor para ti mismo.
Para mí, esto ha sido clave para vivir una vida más plena y empoderada frente a los desafíos. Porque, en todo momento, siento que no estoy solo, que hay alguien siempre conmigo: yo mismo. Soy yo apoyándome en cada paso, celebrando cada éxito y aprendiendo con sabiduría de cada fracaso.
Hoy en día trato de reforzarme constantemente y agradecerme por las decisiones que he tomado en el pasado, incluso aquellas en las que decidí tomar riesgos que pusieron a prueba mis mayores miedos. Esos riesgos me enseñaron a confiar en mí mismo, incluso en la incertidumbre. Todo eso son gestos de amor hacia mí mismo.
Así que hazlo por ti: ámate, cuídate y celébrate. Te aseguro que ese gesto personal facilitará también la conexión con un amor más grande y más fuerte, ese amor que viene de Dios.