Para algunas personas se vuelve muy natural hablar sobre temas significativos sobre la vida, mientras que otros intentan evitarlo para mantenerse en temas superficiales, graciosos, motivares o simplemente rutinarios.
En otras palabras, no es fácil poner en la mesa temas que revelen el verdadero sentimiento que tenemos en nuestro corazón sobre el amor, los sueños, nuestros pecados, remordimientos o rencores.
La realidad es que tocar estos temas implica un alto desgaste en nosotros y además no tenemos la confianza de hablarlo con cualquier persona, lo cual dificulta que se propicie el momento ideal para conversar sobre ello.
Hace unos años comprendí que entre más espacios de este tipo propiciemos, más tiempo tendremos para mejorar nuestra espiritualidad y moral. De manera que empecé a crear estos espacios con mi familia y amigos cercanos; siempre en momentos uno a uno, nunca en grupo, porque es más difícil lograr el ambiente de privacidad necesario.
Y no se trata de tener conversaciones en un sentido filosófico que nos haga dar vueltas en el mismo lugar. En lugar de ello, lo que buscamos son conversaciones en un sentido significativo sobre nuestros sentimientos más profundos.
Lo más importante de crear conversaciones profundas y significativas, no es la búsqueda de un resultado en particular, sino el solo hecho de permitirte a ti y a la otra persona, estar en un espacio de vulnerabilidad donde pase lo que pase, ambos serán más fuertes al cierre de la sesión.
Analiza bien qué temas de valor debes abordar con las personas que te rodean y decide abrir estos espacios. Recuerda que la vida es tan impredecible que tal vez el día de mañana esa persona ya no estará para conversar lo que realmente esconde tu corazón.
Un abrazo, nos vemos mañana.