¿Imagina vivir toda tu vida buscando cumplir las expectativas de los demás y más aún, cumplir tus propias expectativas?
No es necesario que lo imagines, la realidad es que la mayoría de personas vive con esa voz constante que dice suavemente al oído lo que puedes lograr y lo mucho que te falta por hacer en la vida. Entre más joven eres, más fuerte es esa voz, pero con los años esas voces de las expectativas de otros se van apagando y solo van quedando tus propias expectativas
El punto es que conforme avanzas en la vida, dejas de hacer caso a las expectativas que puedan tener otros de ti, pero se incrementa esa voz interna que dice: “te queda poco tiempo y deberías lograr X meta” y entre menos alcanzas esa meta más desilusión empiezas a tener sobre ti mismo. Pero no todo está perdido, déjame contarte un poco sobre mi experiencia.
Desde que tengo memoria he tenido una urgencia en mi mente por crear un impacto positivo en el mundo. Es como si sintiera que mi único objetivo en esta vida fuese ayudar a otros (posiblemente por ello Superman es mi superhéroe favorito). Esta urgencia interna era tan fuerte que cursé la escuela, colegio y universidad deseando que terminara el proceso educativo para finalmente tener mi título y empezar a vivir mi propósito (se imaginarán mi felicidad cuando obtuve mi título). En otras palabras, viví con esa voz de la auto-expectativa hablándome al oído por más de 20 años. Generando ansiedad y estrés (lo contrario a tener paz).
Y no fue hasta hace un par de años, que entendí (e interioricé) lo siguiente: Yo puedo ponerme retos en la vida, pero es mi esfuerzo lo que realmente vale, no si alcancé el objetivo o no; entendí que no le debo probar nada a nadie, especialmente a mí mismo. Entendí que la verdadera libertad es la que obtienes al cerrar ciclos de vida contigo mismo, con tu familia y amigos. Entendí que la única regla de vida es ser buena persona con los demás y contigo mismo. Solo así creas los cimientos para cultivar paz en tu corazón. Y cuando tienes paz, cada segundo de vida es felicidad en su estado más puro.
Gracias a lo anterior, mi respuesta a la pregunta “¿Qué harías si mañana fuese tu último día de vida?”, es la siguiente: iría junto a mi familia (las 4 personas más importantes en mi vida), los abrazaría y sabría que hice con mi vida todo lo que creí correcto según mis valores y principios. Y que incluso si pude haber hecho más sé que no era mi deber, era solo una expectativa que, por relevante que fuese, mi paz estaría siempre de primero en mi agenda.
Recuerda: Si no tienes paz, ¿cómo puedes transmitirla? Si no eres feliz, ¿cómo puedes transmitir felicidad? Y si vives de las expectativas, ¿quién vivirá lo que realmente querías para ti?
La lección aquí es la siguiente: silencia cualquier expectativa que tengan otros de ti (ninguno vivirá tu vida), silencia las expectativas sobre de ti mismo (usualmente se basan en el éxito que has visto en otros), enfócate en saber qué te trae paz a tu vida (te puedo casi garantizar que será alguna actividad solidaria) y una vez que lo detectes: ¡Hazlo! Pero no te des prisa, celebra tu progreso, porque si mañana terminan tus días, sabrás que los disfrutaste bajo tus propios términos y principios.
Finalmente, hazte la siguiente pregunta: ¿Si solo te quedaran 30 días de vida, realmente qué harías con tu tiempo? Cuando hayas terminado de escribir la lista (que tal vez incluye viajes y experiencias por cumplir) es probable que parte de lo que hayas escrito se compone de actos solidarios y de amor. Coloca esos actos de primero en tu lista de pendientes para esta semana y empieza a vivir tu vida como realmente quieres.
Un abrazo, nos vemos mañana 😊