Probablemente, uno de los logros más importantes que he conseguido en mi vida es el desapego emocional hacia los objetos. Recuerdo que en épocas del famoso Viernes Negro o la Navidad, aprovechaba para buscar las mejores ofertas de artículos tecnológicos que tanto había deseado comprar durante el resto del año.
Tantas veces pasé por ese sentimiento, que recuerdo muy bien la mágica sensación de buscar en internet lo que quería comprar e ilusionarme leyendo sus características y viendo los videos de reseñas del producto. Poco a poco me di cuenta de que estaba más emocionado por comprarlo, que por tenerlo. De hecho, una vez que lo compraba, ya no era tan interesante, y mi vista se posicionaba en la siguiente compra por realizar.
En pocas palabras, se volvía un ciclo sin fin, un ciclo vicioso impulsado por el marketing que hacen las empresas para desesperadamente vender todo lo que puedan, a pesar de que las personas realmente no lo necesiten. Creo que ya todos estamos familiarizados con las implicaciones negativas al ambiente provocadas por el consumismo. Aun así, suele ser un gran reto para las personas desapegarse de lo material; incluso algunos tienen como práctica o pasatiempo acumular objetos como parte de un reto personal que les trae felicidad y orgullo cada vez que lo comentan a los demás.
Sin embargo, es muy importante analizar realmente qué clase de felicidad nos trae los objetos que acumulamos y sobre todo, reconocer si esos objetos forman parte de nuestro día a día, o solo cobran vida cuando los encontramos por casualidad durante alguna limpieza u organización de nuestra casa.
Cuando decidí reducir mi vida material a una única mochila, y empecé a descartar objetos de mi vida, me di cuenta de que al regalar mis posesiones y desechar lo que estaba malo, generaba una sensación de paz mucho más gratificante que la sensación de comprar algo. Porque sabía que estaba dándome la oportunidad de cerrar un ciclo en mi vida para seguir hacia nuevos horizontes y porque todo lo que regalaba cobraría otra vez vida en las manos de alguien más. Hoy en día, ya no siento esa atracción fatal por querer comprar algo, todo lo que tengo debe cumplir un propósito alineado a mis metas y ser de uso frecuente.
Sin embargo, sé que muchas veces creemos que los objetos que acumulamos (ropa, tecnología, joyas, juguetes, recuerdos, arte, etc.) son parte esencial de nuestro ser, y justamente por eso te invito a reflexionar lo siguiente: ¿Realmente qué parte de tu ser es lo más importante a cuidar y atesorar? Piensa muy bien qué es lo único que llevas contigo todos los días y te darás cuenta de que el dinero y el tiempo invertido en todos los objetos que puedes acumular nunca será tan importante para tus sueños o metas como invertirlo en ti, en tu conocimiento, en tu desarrollo personal, en las experiencias de vida e incluso en el bienestar de alguien más.
Desapegarse de lo material es solo uno de los grandes beneficios del Minimalismo y la razón de por qué incentivo a que otros lo apliquen en sus vidas y sus negocios. Piénsalo así: si hoy en día tienes múltiples objetos que al romperse, dañarse o desaparecer provocarían un gran dolor en ti, entonces te invito a considerar seriamente la implementación del minimalismo en tu vida, porque estás dejando que tu felicidad se ate a fuentes externas que sí puedes controlar y descartar conscientemente.
Finalmente, recuerda que la única forma de dejar entrar la felicidad en tu vida es soltando toda aquella carga física y emocional que traes contigo. Busca desligar tu felicidad de los objetos y te aseguro que la vida será radicalmente mejor para ti de lo que podrías imaginar; no hay palabras para expresar el sentimiento, así que solo pido que tengas fe y lo intentes; será de las mejores decisiones de tu vida.
Un abrazo fuerte, nos vemos mañana.