Cuando tenemos que decir algo importante a un ser, ya sea un amigo, familiar o pareja, probablemente dudemos en decirlo de frente y en el instante. Lo normal es que lo pienses varios días antes de dar el paso. Sin embargo, esta espera a veces se convierte en eternidad, quedándonos con palabras importantes en el corazón.
En sí, no hay forma fácil de decir lo que pensamos cuando creemos que dichas palabras pueden herir o inquietar a la otra persona. Pero algo es seguro, tu inquietud por decirlo puede dañarte internamente, debido al estrés que esto provoca, o puedes terminar diciéndolo en un momento inoportuno y con el tono incorrecto.
Por ejemplo, si estás en desacuerdo con una decisión que tomó un amigo tuyo porque crees que a futuro le dará un mal resultado. Y no encuentras las palabras para decirlo; es probable que termines guardándotelo y lo sueltes hasta que finalmente ocurra el resultado negativo que visualizabas. En ese momento, probablemente le dirás lo que pensabas en tono de regaño, porque no solo le estás diciendo lo que piensas, también estás descargando esa inquietud que tenías guardada por tanto tiempo.
Muchas veces, las cosas que dices a las personas que te importan son palabras que se han ido marchitando con el tiempo. Por eso, la próxima vez que desees comunicar algo que sale del corazón, no busques las palabras correctas (no existen), en lugar de ello simplemente elige el tono y lugar adecuado. En otras palabras, dilo con delicadeza y en un espacio donde pueda haber privacidad y paz al hablar.
El objetivo es que logres comunicar tu mensaje lo antes posible, porque muy probablemente esta persona necesitaba escucharte para darse cuenta de que estás ahí para apoyar. Y a futuro, sabrá que puede confiar en ti para pedir opinión sobre decisiones importantes.
Un abrazo, nos vemos mañana.