¿Cuántas veces has tenido un resfriado y has deseado que mágicamente se te quite la congestión nasal o el dolor de garganta? Lo más probable es que sea lo primero que piensas al estar en esas condiciones de salud, e incluso termines pidiéndole a Dios que por favor te quite la gripe.
Sin embargo, cuando estás completamente bien, sin problemas para respirar ni dolor en tu garganta, olvidamos lo mucho que deseábamos estar así y simplemente damos por hecho nuestro estado de salud. E incluso, olvidamos a hablar con Dios para agradecerle por nuestra salud de la misma forma como le pedíamos que nos sanara.
Independientemente de si crees en Dios o no, ten muy presente el agradecer por tu salud actual, en lugar de esperar a estar mal para pedir por tu bienestar. Si tienes la capacidad de caminar, de correr, de usar tus manos, de ver con facilidad, de escuchar, de hablar y hacer tus necesidades sin ayuda de otros, entonces agradece. Sé consciente de lo afortunado que eres, porque dichas condiciones son un lujo que otras personas no pueden darse, aun si tuviesen todo el dinero del mundo.
Pero más importante aún, utiliza esta salud que tienes hoy en día para vivir con intensidad. Una persona que estuviese en sillas de ruedas desearía poder correr, así que si tú hoy en día tienes la capacidad de correr, ¡hazlo! Demuestra que no tomas por sentado a tu cuerpo, aprovéchalo, porque tarde o temprano esa habilidad la perderás y en ese momento desearás haber regresado en el tiempo.
En conclusión, recuerda que tu salud es uno de tus mayores tesoros, pero como todo en la vida, se desgasta con el pasar del tiempo y se daña fácilmente por tu descuido. Por lo tanto, utiliza tu salud con sabiduría, antes de que sea demasiado tarde y demuestra agradecimiento todos los días, de la misma manera que pedirías a Dios por tu recuperación cuando estás en momentos de enfermedad.
Un abrazo, nos vemos mañana.