Debido a la gran cantidad de información a la que nos vemos expuestos cada día, las personas suelen estar seguros de una única cosa: “nada es seguro y nada es verdad absoluta”. Al menos, eso es lo que piensan, y como resultado, sus opiniones suelen ser de un tono gris, en lugar de negro o blanco.
Vayamos por partes para analizar este tema. Primero, pregúntate: ¿Cuántas veces has visto que en una conversación suele haber 3 tipos de personas: la que está convencida de su argumento, la que está completamente en desacuerdo y el que dice que “no está seguro” y se refugia en palabras como “depende”? En otras palabras, este último tipo de persona intenta estar de un lado y del otro, como si evitará entrar en conflicto con cualquier punto de vista.
Esa inseguridad en su forma de hablar provoca que no se les vea con identidad propia. E incluso se ven expuesto a la influencia de otros que sí están claros en su argumento. Por ejemplo, si vas a elegir entre una opción A y una opción B, pero te sientes inseguro con cualquier opción, tan solo bastará que alguien 100% convencido con la opción B te convenza de elegirla, sin antes esperar a que otra persona te explique la opción A. Este tipo de escenarios es normal cuando hay votaciones electorales.
El aprendizaje en todo esto es que si vas a opinar, ten claridad de lo que dirás, informarte correctamente, investiga (no solo leas los titulares de las noticias o videos de redes sociales). El hecho de que tengas derecho a opinar, no significa que sea de valor que opines cada vez que puedes; en realidad es más valioso para ti dedicarte a escuchar y leer la información completa, hasta que logres formar un argumento sólido. Ya que si opinas sin fundamentos, es igual a desinformar.
Tener un argumento sólido te permite opinar con convicción, no importa si estás equivocado o si estás en lo cierto, el objetivo es que vayas aprendiendo a ejercer tu derecho de hablar sin querer quedar bien con quienes estén enfrente tuyo. Opinar con convicción te hace más seguro de ti mismo y esto trae consigo grandes beneficios, entre ellos la capacidad de negociar con otros de forma efectiva y de sentirte más cómodo hablando de temas delicados. E incluso también te da la habilidad de guardar silencio, sin miedo a la precisión social de que digas algo.
Por supuesto, si en el camino te das cuenta de que tu argumento era incorrecto, ten la humildad de reconocer tu error y reformular tu argumento con la nueva información que has obtenido. Poco a poco podrás ir afinando tu instinto para darte cuenta cuando realmente estás listo para intervenir en una conversación y dar tus puntos de vista. En conclusión, serás una persona con claridad en su pensamiento y podrás eliminar las frases ambiguas como “depende”, “mmm sí, pero no”, y otras frases más que simplemente dejan un mal sabor de boca en quien espera una opinión clara de tu parte.
Un abrazo, nos vemos mañana.