Hablar del amor es de los temas más amplios que podemos abordar. Es una emoción que gobierna la mayor parte de nuestra vida. Ya que no solo se trata del amor de pareja, sino que incluye toda conexión humana y genuina que tenemos con nuestra familia, amigos e incluso con nosotros mismos.
Sin embargo, a veces no sabemos diferenciar entre el amor y el apego. Justo hoy escuché una reflexión que hace una separación muy concreta de estos dos términos: El amor es sentir felicidad mientras vemos crecer a las personas que nos importan en la vida. Mientras que el apego es tener la expectativa de que esa persona nos hará felices.
La gran diferencia en ambos términos es esa palabra llamada “expectativa”. Si aprendiéramos a vivir sin esperar nada de los demás, y nada del mundo, podríamos enfocarnos en tomar el control de nuestra vida. Entre más nos recordemos a nosotros mismos de que nada en la vida dura para siempre, más rápido podremos vencer el vicio de las expectativas. La única razón por la cual las personas suelen sentirse dolidas por los eventos inesperados que les ocurre en sus vidas, es porque esperaban un resultado diferente. En sus mentes ya habían creado una “realidad” y al darse cuenta de que no sucede así, creen que tal vez fue culpa de ellos o de alguien más. Pero la realidad es que no es culpa de nadie, simplemente es la forma en como funciona el universo. Nada está escrito, el pasado es irreversible, y tú solo puedes controlar la manera en que reaccionas ante tu presente.
Por lo tanto, el apego a las personas y el apego a las cosas trae como resultado un único resultado: la expectativa de que esa persona o ese objeto nos debe traer felicidad. Y si por alguna razón la persona actúa de mala forma hacia nosotros o el objeto se pierde o se daña; nuestra felicidad se ve golpeada. Y a veces este golpe dura por años, a algunos incluso les dura de por vida; sin darse cuenta de que el daño siempre fue elección de ellos mismos; fue el resultado de seguir teniendo la expectativa de que la vida hubiese sido distinta.
Cuando inicié mi proceso de vivir de forma minimalista, comencé a desechar, regalar y donar ropa, tecnología, documentos, juguetes, adornos y todo tipo de objetos que se habían acumulado en mi vida. Gracias a este proceso, me di cuenta de que poco a poco tenía más tranquilidad y menos estrés (yo era una persona que se estresaba demasiado por todo).
Luego empecé hacer el mismo enfoque con mis recuerdos negativos, mis rencores, mi lista de sueños; y básicamente con todo lo intangible que estuviese cargando en mis espaldas por años y que ya no eran de valor para mi crecimiento personal o que incluso estaban retardando mi camino hacia nuevas oportunidades y nuevos sueños.
Y lo más interesante de toda esta experiencia hacia el minimalismo, es que debido a la acción de «soltar», empecé a desligar por completo de mi mente la necesidad de comprar más cosas e incluso iba desapareció el sentimiento de buscar pareja; porque no se trata de encontrar algo o alguien para ser feliz, se trata de atraer lo bueno a tu vida gracias a que cultivas amor y paz en todo lo que haces. En resumen, gracias a todo este proceso estaba removiendo de mi vida el apego, y a su vez iban desapareciendo todas las expectativas que había acumulado consiente e inconscientemente.
En fin, sé que eliminar el apego no es un proceso fácil, pero empieza reconociendo y diferenciando por cada persona, objeto y pensamiento en tu vida si lo que sientes hacia ello es amor o apego. Si vives esperando que la felicidad llegue del exterior, por parte de alguien más, de un reconocimiento o gracias a tener un objeto en particular, vas por el camino equivocado. En cambio, si empiezas a eliminar cualquier expectativa y te enfocas en agradecer por cada experiencia que vives y cada lección que te pone enfrente el universo, más rápido encontrarás la paz que tanto buscas y que muy pocas personas en el mundo llegan a experimentar.
Un fuerte abrazo, nos vemos mañana.