Te ha pasado que vas en un taxi y por alguna razón el taxista tiene que hacer una maniobra de forma brusca mientras tú estabas distraído, y solo logras escuchar la versión del taxista diciéndote que fue culpa de otro carro que se le atravesó indebidamente.
En ese momento, tú no tienes otra alternativa más que seguirle la corriente, especialmente si quieres un buen precio al momento de pagar por tu viaje. Sin embargo, algunas veces podemos percibir con facilidad que la verdadera culpa era del taxista, pero será muy difícil que él lo admita.
Esto mismo que le pasa al taxista ocurre con la mayoría de personas en la vida diaria. Es decir, viven situaciones donde cometen un error e inmediatamente intentan justificarse para que los demás no vean sus fallas.
Cuando esto se vuelve un hábito, asumimos inconscientemente que somos perfectos y que todo lo malo que ocurre en nuestra vida es por razones externas a nosotros, nunca por nuestra culpa.
Y cuando una persona es ciega a sus fallas, queda por siempre estancada en su desarrollo personal. Simplemente, deja de crecer y poco a poco pierde credibilidad de las personas a su alrededor que sí notan con facilidad sus fallas.
La lección con todo esto es: nunca asumas que las cosas malas que ocurren en tu vida se deben solo a situaciones ajenas a tu control. Se honesto contigo mismo sobre las fallas que hay en ti y que retienen tu crecimiento. Busca la manera de seguir mejorando en cada una de las áreas de vida y cuando cometas un fallo, no lo justifiques, ten el valor de mostrarte vulnerable al asumir la culpa, demostrando con ello que no eres perfecto, y que por ese motivo siempre estarás abierto a seguir mejorando.
Un abrazo, nos vemos mañana.