Hace poco leí una anécdota un poco graciosa y a su vez reflexiva sobre una pareja de casados. Esta pareja tenía varias décadas de compartir juntos, y un día, mientras iban a cenar, tuvieron una discusión. El esposo se había enojado porque su esposa le servía la comida en platos pequeños, como los que se usan para postres, en lugar de usar platos más grandes.
Desde que vivían juntos siempre le había servido la comida de esa forma. Sin embargo, hasta esta ocasión el esposo no aguantó más y se expresó.
Esto puede verse chistoso al mismo tiempo que inquietante. Imagina pasar décadas viviendo algo tan repetitivo que te disgusta y que nunca te hayas pronunciado al respecto.
La realidad es que muchos vivimos así, permitiendo que pequeños detalles se conviertan en rutina a pesar de que nos disgustan. Sentimos que es mejor dejarlo pasar, que mencionarlo y causar con ello alguna situación incómoda.
Y podríamos decir que al ser cosas pequeñas e insignificantes, no valen la pena resaltarlas. Sin embargo, cuando se vuelve rutinario, empieza a cobrar relevancia con el simple hecho de que es recurrente en tu vida.
Aunque no lo queramos admitir, ese tipo de detalles se van acumulando con los años, como gotas en un vaso. El vaso representa nuestra paciencia. Y llegará un punto donde una situación aislada e irrelevante, sumada a lo que hay en el vaso, terminen colmando tu paciencia.
Y terminamos expresando todo lo que habíamos reprimido; como fue el caso de la pareja de casados que mencioné arriba. El esposo posiblemente podría haber aguantado más años, pero algo ocurrió ese día, que sumado a la situación de los platos, terminó estallando.
Acumular estas inquietudes o disgustos con la intención de evitar conflictos actuales con la persona que nos provoca dichos disgustos, simplemente aplaza lo inevitable: una discusión fuerte y cargada de emociones. Es decir, evitamos el conflicto actual para aplazarlo hacia una guerra emocional donde nadie saldrá victorioso.
Por lo tanto, ten siempre la iniciativa de expresar las cosas que te inquietan o disgustan, no son conversaciones cómodas, pero con el tiempo aprenderás a gestionarlas de manera correcta y sobre todo sabrás llegar a acuerdos mutuos donde tanto tú como la otra persona (ya sea tu pareja, padre, madre, hermano, amigo, etc.) puedan estar tranquilos de que han sido transparentes el uno con el otro.
Un fuerte abrazo, nos vemos mañana.