Por naturaleza las personas tendemos a evitar todo aquello que nos quiera sacar de la zona de confort. Básicamente, nuestro instinto de supervivencia nos invita a estar en una zona segura, tanto a nivel emocional como a nivel físico.
Por ejemplo, si quieres hacer ejercicio, tu cuerpo se resiste a hacer el esfuerzo porque es mucho más cómodo y menos inquietante estar sentado que salir a correr por 30 minutos.
De igual manera, tu mente se sentirá más cómoda si te sientas a ver una película o una serie, en lugar de ver un curso de valor que sabes que te ayudará a mejorar áreas clave de tu vida.
En fin, la única cosa que diferencia a las personas que sí hacen ejercicio o que sí son disciplinadas con sus diferentes responsabilidades y metas, es el nivel de tolerancia que poseen respecto a la incomodidad. Es decir, ellos también se sienten incómodos, pero están dispuestos a tolerar ese dolor porque saben que la recompensa que vendrá en el largo plazo es mucho más placentera que la recompensa de procrastinar en el corto plazo.
Por lo tanto, si actualmente solo logras hacer 30 minutos de ejercicio, fuérzate a hacer 40; si actualmente solo ves un curso al mes, fuérzate a ver 1 cada 15 días; si sueles comer comida chatarra cada día, fuérzate a comer solo 1 vez por semana; etc. Al final, son pequeños ajustes que vas haciendo para que tu mente aprenda a tolerar cosas que no te agradan mucho, pero en el fondo sabes que traerán beneficios para tu vida.
Y sobre todo, recuerda que las personas que logran grandes metas tuvieron que soportar muchas cosas que les incomodaban para llegar a donde están, tuvieron que salirse de su zona de confort, así que no busques que la vida sea más fácil, por el contrario, incrementa tu tolerancia a la incomodidad.
Un abrazo, nos vemos mañana.