A nivel personal, me parece que el derecho a tener voz, el derecho de dar nuestras opiniones, es una gran responsabilidad que no se debe tomar a la ligera, especialmente cuando nos excedemos en el uso de este derecho al punto de dañar a otros.
La lección o aprendizaje de hoy tiene que ver con aprender a estar dispuesto a competir en la arena, antes de criticar a quienes ya están luchando en ella por cumplir un objetivo.
Esto se ejemplifica mejor cuando consideramos un partido de futbol. En el cual todo espectador, ilusionado por ganar, intenta dar indicaciones a los jugadores de su equipo para ayudarlos a cumplir el objetivo. Pero si el equipo pierde, el espectador (inmerso en su adrenalina) empezará a criticar y enojarse con los jugadores por no haber hecho lo que él consideraba que era la estrategia correcta para ganar.
Creo que muchas veces hemos presenciado este tipo de actitudes o tal vez tú has sido parte de este comportamiento. Y el gran inconveniente con esto, es que el espectador olvida que el jugador tenía total intención de ganar, sin embargo, “ver” y “hacer” son dos cosas muy distintas. El jugador “hace”, el espectador “ve”. Y por ende, a menos que este último esté dispuesto a competir en la cancha (en la arena, como era el caso de los gladiadores) para demostrar que su juicio es el correcto, es mejor entonces evitar decir nuestras opiniones hasta que el jugador nos las pida.
Este tipo de escenarios ocurren en nuestro día a día. Por ejemplo, cada ocasión que vez a un amigo, colega o familiar fallar en el intento por lograr alguna meta, solemos tener la confianza de decirle las cosas que debería haber hecho para lograrlo de forma exitosa o qué cosas no debería seguir haciendo. El gran detalle es que si nosotros nunca hemos intentado algo así, estaremos lanzando palabras que únicamente menosprecian el verdadero esfuerzo que la persona hizo para intentar lograr su objetivo.
Y ojo, esto no implica que no debes decir recomendaciones a alguien para que mejore sus resultados; al contrario, es importante que ayudes, pero antes de hacerlo, asegúrate de conocer cuáles son las cosas que la persona detecta de sí mismo que podría mejorar y comprende cuánto esfuerzo realmente puso en su intento fallido. Con esta información, y con el permiso de dicha persona, podrás opinar de una manera más acertada y respetuosa.
Gracias por leer, nos vemos mañana.