Se suele decir que el cerebro humano es perezoso y el motivo principal es que nuestro instinto de supervivencia nos impulsa a ahorrar energía a toda costa.
Lo interesante de esto es que nadie escapa a este comportamiento, ni siquiera esas personas que consideras altamente activas y con muchísima energía; la diferencia con ellos es que se hicieron muy buenas en algo: hacer cosas en contra de su voluntad.
En otras palabras, si a ti te da pereza hacer ejercicio, cocinar, estudiar, o hacer cualquier deber importante de tu vida, no significa que debes esperar a tener las “ganas de hacerlo”. No existe ese momento de motivación, lo único que puedes cultivar es tu capacidad para ser terco contigo mismo.
Pero ¿cómo podemos ser suficientemente tercos como para vencer nuestro “yo perezoso”? En mi caso personal, el truco que me ha servido es retarme a mí mismo. Esto es similar como cuando alguien te reta a correr, tal vez no tenías las ganas de hacerlo, pero al retarte te sientes impulsado a demostrarle que se equivoca.
Este principio básico te lo puedes aplicar a ti mismo. Casa vez que tú mismo te digas razones para “NO” hacer algo, intenta darte motivos por los cuáles sí hacerlo y cuando te quedes sin argumentos, rétate.
El objetivo es cultivar tu actitud hacia la acción y reconocer que no existe ese momento ideal donde mágicamente tu cuerpo se sentirá motivado para hacer todo aquello que sabes que debes hacer, pero que quieres aplazar. Y sobre todo, no esperes a que alguien externo a ti te motive, porque solo depende de ti. Asume la responsabilidad.
Finalmente, ten presente que todos los días seguirás teniendo situaciones donde debes elegir entre hacer una acción o no hacerla. Tu voluntad interna te invitará a quedarte en tu zona cómoda; sin embargo, muy dentro en tu corazón siempre sabrás la decisión correcta, así que elígela especialmente cuándo implique ir en contra de tu voluntad.
Un abrazo, nos vemos mañana.