En el camino de la vida, será inevitable que voltees a ver el progreso que otros tienen en sus propias metas y si ves que han logrado más cosas que tú, será inevitable que sientas 2 emociones: alegría por ellos o tristeza por ti.
Si eres de las personas que se sienten genuinamente felices por el éxito de otros, te felicito de corazón, eres de los pocos que descifró el arte de vivir en paz. Por el contrario, si eres de los que siente tristeza por sí mismo y se abruma por todo lo que le falta lograr en la vida, entonces continúa leyendo. Espero ayudarte a cambiar un poco tu enfoque.
Cuando empecé mi camino de emprendimiento de forma seria y a tiempo completo, decidí aprender todo lo que pudiese de otros emprendedores de éxito que descubría en internet. Mi objetivo era poder emularlos para lograr mi propio éxito en el menor tiempo posible.
Sin embargo, cada vez que descubría a un emprendedor exitoso que compartía conmigo cierto tipo de mentalidad y valores, inconscientemente trataba de saber su edad. Quería saber si eran mayores que yo, lo cual implicaba que todavía tenía tiempo de lograr sus mismos éxitos, o si eran menores que yo, en dado caso me sentía impotente al pensar que ya era tarde para mí.
En otras palabras, en mi intento por mejorar aprendiendo de otros, me estaba autoprovocando ansiedad. Me estaba autoexigiendo demasiado al punto de casi convertirme en mi propio obstáculo. En lugar de motivarme a ser mejor por mi propio bien, me estaba motivando para no decepcionar mis más altas expectativas fundamentadas en lo que otros habían logrado y no en lo que yo realmente deseaba para mí. Es como si fuese mi propio entrenador tóxico que únicamente me exige por alcanzar medallas y no por disfrutar el deporte.
Gracias a Dios con el tiempo fui descubriendo que las personas realmente exitosas, los que además de tener riqueza económica también tienen paz en sus corazones, son personas que celebran el éxito de los demás. Cada vez que ven a alguien mejor que ellos, no se comparan sintiendo envidia, se comparan sintiendo admiración por todo lo que podrán aprender de esta persona.
Hoy en día he tenido la oportunidad de conocer empresarios exitosos de diferentes países, algunos de mi edad, otros mucho mayores y otros mucho menores. He conocido jóvenes que hacen miles de dólares por mes y cuya visión de vida supera en madurez a las personas que les triplican la edad. Ver esto me hace activar mi “modo alumno”, porque estoy convencido de que la sabiduría no discrimina por edad y que si celebro sus éxitos en lugar de envidiarlos, abro mi mente para ser receptivo a todo lo que puedan compartirme.
En conclusión, la autoexigencia es parte esencial de tu crecimiento, pero ten cuidado de diferenciar los motivos buenos y malos por lo cuales te estás exigiendo. Asegúrate de que el crecimiento personal que te has propuesto provenga de objetivos que son de valor para ti, sin importar las metas que otros hayan trazado para tu vida y sobre todo, sin importar que alguien más lo haya logrado mejor y más antes que tú. En fin, enamórate de tu propio crecimiento, sabiendo que la paz en tu corazón se cultiva más fácilmente cuando aprendes a celebrar con humildad el éxito ajeno.
Un abrazo, nos vemos mañana.