Recuerdas cuando en el colegio o universidad teníamos que leer muchas hojas de fotocopias o libros con el objetivo de salir lo mejor posible en un examen del que posiblemente dependía toda nuestra nota del curso o semestre.
Bajo esa presión y necesidad hacíamos hasta lo imposible por lograr aprender todo lo que nos ayudará a resolver cualquier pregunta que pudiese aparecer en el examen.
En algunas ocasiones incluso lográbamos conseguir exámenes de años anteriores para tener una idea de qué podrían preguntarnos y así enfocar nuestro aprendizaje especialmente en los temas de dichas preguntas.
Lo interesante de esto es que ese mismo enfoque aplica hoy en día para esas situaciones donde debes resolver algún problema o reto de tu vida personal o profesional.
Es decir, puedes recurrir a libros y contenidos de valor en internet o físicos para buscar intencionalmente la respuesta a tus dudas. El problema es que muchas veces leemos sin ningún objetivo claro y urgente en mente, lo cual termina alargando nuestra lectura por semanas y meses, y en muchas ocasiones ni siquiera terminamos el libro, provocando que nos sintamos culpables por no cumplir con dicha lectura.
El punto es que si vas a leer un libro, asegúrate de tener en la mente un objetivo claro y urgente que lleve a tener preguntas en mente para resolver conforme lees. Eso te hará un lector activo y no pasivo, es decir, podrás interactuar con el libro en busca de respuestas en lugar de simplemente dejar que surja conocimiento nuevo conforme lees.
Hoy en día este enfoque me ha permitido leer varios libros en pocas semanas, donde más allá de leer lento y con total atención, leo rápido y con preguntas por resolver en mi mente sobre algún reto que creo puede resolver el libro en cuestión. Haz el intento y te aseguro que podrás sacar mucho provecho a esos libros que siguen esperando por ti en algún lugar de tu casa.
Un abrazo, nos vemos mañana.