Una de las cualidades que más agradecemos de nuestros mejores amigos es que nos hagan sentir suficientemente seguros como para contarles nuestros dolores, secretos y sueños.
Esa sensación de estar en un espacio seguro para expresarnos con claridad y transparencia es un regalo invaluable. Ya que en espacios así logramos claridad sobre nosotros mismos.
Hoy en día, puedo darme cuenta de que indirectamente he ido creando espacios seguros para que mis clientes y amigos me expresen con transparencia lo que sienten y eso ha permitido que ellos encuentren claridad sobre situaciones que difícilmente podrían compartir con alguien más de su círculo cercano.
La lección que me llevo de estas experiencias cuando veo y recibo sus agradecimientos, es que todos podemos convertirnos en un espacio seguro para los demás.
Saber escuchar a otros implica también saber callar aquello que nos comparten, incluso si creemos que al revelarlo puede ayudar a alguien más. Si queremos compartir información de otros, primero debemos recibir aprobación directa de quién nos la compartió, aun así pensemos que es información inofensiva.
El derecho de la intimidad y del anonimato es algo que debemos proteger para mantener seguro ese espacio que hemos brindado a otros. Parece un paso simple, pero no muchas personas se reservan para sí mismos los secretos que otros con tanta confianza les han compartido.
En conclusión, recuerda que tienes el poder de dar claridad a las personas a través de la escucha activa y empática, si a esto le sumas tu capacidad de guardar cualquier secreto, pase lo que pase, formarás en ti un sentido de integridad y honor que pocas personas poseen en sus vidas.
Un abrazo, nos vemos mañana.